Mark Felt dispara de nuevo.

Recuperamos a uno de nuestros personajes más pynchonianos... aunque no haya salido de la pluma de Pynchon. Mark Felt ha dado su primera entrevista desde que se supo que era él quien se escondía tras el pseudónimo más famoso de la historia. "Garganta Produnda" la ha contado a Larry King los secretos que acabaron con la presidencia de Nixon. Y entre esos secretos alguna anécdota sustanciosa. A sus 92 años dice que nunca mencionó las palabras más famosas del caso: "sigan la pista del dinero". Felt nunca le dio ese consejo a los Bernstein & Woodward. Como Rick nunca dijo aquello de "Tócala de nuevo Sam".

Todo está conectado.

Esta es una historia pynchoniana que nace en la muy pynchoniana Universidad de Berkeley. Ya no estabamos en los sesenta, pero los chicos eran igual de inquietos. Entre ellos, Steve Wozniak. Ingeniero, matemático, niño prodigio, iluminado, hipnótico, papá de Apple. El psicotrópico preferido de aquella pandilla de locos eran los chips, los circuítos, las conexiones y la caja azul del Capitán Crunch.

Soñaban con tener su propio ordenador en los tiempos en los que para tener un computador había que tener una segunda residencia. El primero que llegó a su garaje del Homebrew Computer Club -el lugar donde se reunían a cacharrear con sus circuítos y sus soldadores- fue el Altair 8800, que se vendía en un kit con la revista Popular Electronics. Lo montaron, lo encendieron y lograron que cantara una canción.

Adivinen cuál era. Sí... Daisy, Daisy...

El pretzel o el tesoro.

Un numismático excéntrico ha dejado suelto un tesoro en las calles de Nueva York. Una moneda antigua que vale mil dólares. En pos del amor a las piezas de antiguo cuño, este coleccionista filántropo ha dejado libre su pequeño tesoro redondo en un quiosco de prensa. Y lo ha hecho público. Para ser el ganador del juego y del tesoro, sólo hay que percatarse de que a nuestro monedero ha llegado algo más que un simple centavo para comprar un pretzel.

Quizá sea Pynchon quien encuentre la moenda y los dos tesoros más secretos de Nueva York podrán esconderse juntos en silencio. Si la ciega fortuna tiene un poco de ojo debería ser así, porque el numismático excéntrico bien podría llamarse Pierce Inverarity y la historia haber salido de la Underwood de nuestro autor.

De todo lo invisible y lo visible. Algol autoeclipsada.

"I am told of certain Stars, in the Chinese system of Astrology, which are invisible so long as they keep moving, only being seen when they pause. Might thy Golem also share this property?"

The Company rushed to enlighten Dixon. "'Tis shar'd with this whole accursèd Continent," the quarrelsome Carrot-top lets him know, waving his Rifle and narrowly missing several Tankards upon the Table.

(Mason & Dixon. Capítulo 50)

Mason & Dixon Dreams.

Europa ha tocado Venus cumpliendo un sueño que ni Mason y Dixon se hubieran atrevido a soñar. Ellos que contemplaron a la diosa en tránsito atravesando el disco solar, no habrían podido imaginar que una conestoga voladora alcanzaría al planeta más cercano a la Tierra.

Pero desde ayer, desafiando a la imaginación de los astrónomos del XVIII, una sonda de la ESA se pasea por Venus para analizar una atmósfera venenosa que ahoga cualquier tipo de vida. Ellos la llaman Venus Express. Para nosotros siempre será la Mason & Dixon Dreams.

Varias V.

Dicen que la influencia conspirativa de Thomas Pynchon se ve en V de Vedetta. Quizá más en Alan Moore, el autor del cómic original que en la versión cinematográfica de los muy matrixianos hermanos Wachowski -por cierto que el papá del artefacto original no ha quedado muy contento con la versión en pantalla grande.

Hay quien ha calificado a Alan Moore como el Thomas Pynchon del género. La V del título nos recuerda a la misteriosa V que da nombre a la primera novela de nuestro autor. Pero el personaje de celuloide -maravillosamente hablado por Hugo Weaving- nos hace pensar más en la magnífica Trilogía de las obras públicas de Matt Ruff -ya saben, un libro elogiado públicamente por Pynchon.

Y además, ya saben, hay otras conexiones: el misterioso enmascarado escucha la Quinta de Beethoven -la V- y lee V de Pynchon. Buen gusto no le falta a este exquisito anarco vengador. Y una cosa más: el pynchoniano Rodrigo Fresán conecta cómic y autor en un reciente artículo de Página/12. Lean.