Todo está conectado.
Esta es una historia pynchoniana que nace en la muy pynchoniana Universidad de Berkeley. Ya no estabamos en los sesenta, pero los chicos eran igual de inquietos. Entre ellos, Steve Wozniak. Ingeniero, matemático, niño prodigio, iluminado, hipnótico, papá de Apple. El psicotrópico preferido de aquella pandilla de locos eran los chips, los circuítos, las conexiones y la caja azul del Capitán Crunch.
Soñaban con tener su propio ordenador en los tiempos en los que para tener un computador había que tener una segunda residencia. El primero que llegó a su garaje del Homebrew Computer Club -el lugar donde se reunían a cacharrear con sus circuítos y sus soldadores- fue el Altair 8800, que se vendía en un kit con la revista Popular Electronics. Lo montaron, lo encendieron y lograron que cantara una canción.
Adivinen cuál era. Sí... Daisy, Daisy...
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