Se abre el telón.
Richard Wharfinger, autor teatral tan de culto como oculto. Figura mítica y probablemente imaginaria -aunque eso no podrá probarse jamás. Autor de una única obra conocida: The Courier's Tragedy, un drama jacobita de sangre, venganza y equívocos. Esta única y perdida tragedia auna lo más sangriento de Kyd, lo más apocalíptico de Marlowe y lo más equívoco de Shakespeare.
Tal monstruo de la escena nace de la imaginación de Thomas Pynchon. Pero si en nuestras enciclopedias apareciera como un escritor real, la enloquecida trama de su drama postal no tendría por qué parecernos imaginaria.
En una pirueta más, Pynchon utiliza un falso drama teatral para hacer una broma meta teatral e introducir en su novela una Ratonera como aquella con la que Hamlet quería atrapar a Claudio.
Si La tragedia del Correo hubiera llegado a los teatros isabelinos, sus venganzas y sus traiciones se habrían representado en un escenario como el del Cisne... Y no dudamos, de que el público habría disfrutado con tanta sangre y tanta ira.
Tal monstruo de la escena nace de la imaginación de Thomas Pynchon. Pero si en nuestras enciclopedias apareciera como un escritor real, la enloquecida trama de su drama postal no tendría por qué parecernos imaginaria.
En una pirueta más, Pynchon utiliza un falso drama teatral para hacer una broma meta teatral e introducir en su novela una Ratonera como aquella con la que Hamlet quería atrapar a Claudio.
Si La tragedia del Correo hubiera llegado a los teatros isabelinos, sus venganzas y sus traiciones se habrían representado en un escenario como el del Cisne... Y no dudamos, de que el público habría disfrutado con tanta sangre y tanta ira.
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